Por su interés, reproducimos el artículo aparecido en el nº 3049 de la revista Lecturas, firmado por Laura Gutman, Terapeuta familiar:
El vínculo que establecemos con los animales domésticos depende de las experiencias que hayamos tenido durante nuestra infancia. Si hemos convivido con perros, gatos hámsters o tortugas, más adelante la presencia de las mascotas será fluida para nosotros. En cambio, si no hemos tiendo esa oportunidad, es probable que el acercamiento a los animales domésticos sea más forzado en la actualidad.
Pero si se trata de pensar en nuestros hijos -sobre todo en aquellos que viven en las ciudades en menor contacto con la naturaleza – es obvio que las mascotas siempre les aportan vitalidad y, sobre todo, una relación de afecto genuina. Por lo tanto, quizá tengamos que hacer un esfuerzo para ofrecerle al niño una mascota, sobre todo si la pide.
Las mascotas se relacionan con los niños sin problemas, sin dobles intenciones y con paciencia. En épocas en que los padres estamos poco disponibles, las mascotas reemplazan con su presencia la necesidad de los niños pequeños de estar acompañados. Luego, apenas son un poco mayores, tenemos la oportunidad de enseñarles a ser responsables de sus propias mascotas, cuidándolas, bañándolas, llevándolas al veterinario o dándoles de comer. Serán pequeñas acciones cotidianas de cuidado que si los niños las efectúan en compañía de los adultos se convertirán sutilmente en una costumbre. Es decir, en el espontáneo deseo de cuidar al prójimo.
Los animales domésticos tienen rutinas ligadas al alimento, al sueño, a la vigilia o al movimiento. El hecho de que los niños tengan la costumbre de ocuparse de ellos, permite que también sean consecuentes con sus propias rutinas, lo cual los vuelve más disciplinados y organizados.
Laura Gutman.
Terapeuta familiar.
Especializada en la atención de madres y padres de niños pequeños, dirige el centro Crianza. Imparte cursos y seminarios de capacitación para profesionales y es autora de varios libros sobre la temática familiar.
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